
Un día después del 1 de julio, el rostro de Quintana Roo no es igual. Ayer los quintanarroenses dieron una soberbia lección de civilidad, democracia y sobre todo, y responsabilidad.
Aún contra un entorno turbio, manchado por el asesinato de políticos, una guerra sucia monumental en redes sociales, el dispendio grosero y vergonzante de recursos para comprar conciencias, instituciones electorales que manipularon a su antojo el proceso quitando y reinstalando candidatos.
Aún contra el abrasante sol, contra la apertura tardía de casillas, y la amenaza de violencia electoral, ayer los quintanarroenses salieron a votar y lo hicieron masivamente.
En toda la geografía estatal el denominador común fue una alta afluencia de ciudadanos en las casillas, esperando el turno para asumir su responsabilidad y ejercitar su derecho a votar.
Un día después, Quintana Roo amanece con un rostro político diferente. En el contexto nacional no hubo sorpresas, ganó Andrés Manuel López Obrador; en el local, si bien la tendencia favorecía al tabasqueño, no había certeza con respecto a los candidatos del patio.
Los adversarios políticos de AMLO y de Morena, intentaron colgarse de la popularidad del hoy presidente electo, e incluso llegaron a los tribunales por usar esa imagen, pero hasta allá. Estaba en el aire la posibilidad del triunfo de los “morenos”, pero no la certeza.
La coalición PAN-PRD-MC, que llevó al gobernador Carlos Joaquín González a palacio de gobierno, en todas y cada una de las actividades de campaña de todos sus candidatos y candidatas, presumió “músculo político”, con grandes cantidades de personas ondeando banderines, gritando, bailando al ritmo de batucadas.
Entonces… ¿Qué pasó?. ¿Cómo explicar por qué Hernán Pastrana Pastrana le haya dado una paliza brutal a Fernando Zalaya Espinosa? ¿Cómo explicar que Cristina Torres Gómez haya caído ante Laura Beristaín? Dos de los bastiones más fuertes del panismo.
Quintana Roo vive una espiral de violencia, la más fuerte vista jamás en nuestra joven historia como estado que, se acentuó desde que asumió como Ejecutivo estatal, Carlos Joaquín González; una inseguridad rampante que golpea todos los días a la sociedad, a la gran masa electoral.
Asumiendo como Gobernador, el Ejecutivo, como parte de una reingeniería administrativa despidió a cientos de trabajadores y en su lugar contrató a “fuereños”; lo hizo, en la ciudad que le dio el triunfo, la ciudad que inclinó la balanza y lo puso en palacio de Gobierno: Chetumal.
Después vinieron más escándalos de la administración estatal que siguieron golpeando a los quintanarroenses, la contratación de uniformes escolares con una empresa poblana, el intento de eliminar la tenencia cero, la reestructuración de la deuda pública, entre muchos otros temas.
En año y medio, si bien no tenía una varita mágica, el gobernador no pudo bosquejarle a lo quintanarroenses, el cambio que les prometió en campaña, el cambio que fue la moneda para sacar al sistema priista encabezado por Roberto Borge Angulo.
Carlos Joaquín entendió y supo explotar en su beneficio ese hartazgo a la corrupción, la impunidad, y los atropellos del gobierno bogista; los quintanarroenses votaron por Carlos Joaquín porque representaba la esperanza de un cambio; su molestia y coraje contra Borge se reflejó en las urnas.
Así pudo ganar el gobernador y en ese triunfo, la capital del estado jugó un papel importante, los chetumaleños fueron el fiel que inclinó la balanza para Carlos Joaquín; lamentablemente, fueron los primeros en recibir el manotazo sobre la mesa.
Un año y medio después de asumir como Gobernador, las condiciones de hartazgo de la sociedad para con sus actuales autoridades son similares a las que existían en las postrimerías del gobierno de Roberto Borge.
Y ayer, ese malestar y enojo ciudadano se reflejó en las urnas, especialmente en Chetumal, una ciudad cuyos habitantes dieron una gran lección, una lección que deberá entender el gobernador si quiere que, la plataforma política que lo impulsó como candidato, permanezca en el poder. Yo te puse y yo te puedo quitar si no me sirves.
A ese factor local, se le sumó el hartazgo generalizado de los mexicanos para con un gobierno federal que ha golpeado permanentemente a las clases más pobres con las llamadas reformas estructurales que si bien, a nivel macro pueden resultar benéficas, para el ciudadanos de a pie, son criminales.
Y vieron entonces los mexicanos la posibilidad de un cambio, de echar a quienes nos han saqueado con los incrementos a la gasolina, a la energía eléctrica, el agua, la educación, la salud; y compraron el mensaje de la esperanza de un cambio que privilegie a la clase baja, a la que no tiene nada y eche a los ricos del poder, les quite lo que han acumulado saqueando al país y se los devuelva a los pobres.
Vieron en AMLO un Robin Hood que los vendría a rescatar, lo escucharon, lo obedecieron en las urnas y Morena arrasó en todo el país, sin voto cruzado, con planillas completas tachadas a favor de los candidatos abanderados por la coalición “Juntos haremos historia”.
Un día después, Quintana Roo amanece con otra cara, con otro rostro. Se percibe en las calles ese sentimiento del triunfo de los pequeños sobre los poderosos; se siente, se palpa y se disfruta.
En cualquier escenario se había previsto el triunfo de AMLO, pero no de los candidatos locales; no el de Patricia Palma Olvera en Chetumal; o el de Adriana Teissier en el centro; o el de Mildred Ávila en Cancún y del propio Jesús Pool Moo, que junto con José Luis Pech y Maribel Villegas, arrasaron.
Se pudo entender el triunfo de Mara Lezama en Benito Juárez, era previsible; pero no el de Laura Beristain en Solidaridad, y menos la paliza que le dio Hernán Pastrana a Fernando Zelaya en Othón P. Blanco.
Fue un duro golpe, muy duro. El Gobernador tiene todavía unos meses para pensar, para redefinir, para reorientar. Muy pocos meses antes que tenga en puerta la elección que renovará el Congreso del Estado, y ahí, se jugará todo; especialmente si, como ayer, los quintanarroenses le vuelven a dar la espalda.
Chetumal, QRoo. 2 de Julio 2018
David A. Serrano Pech